Lo que Picasso y Braque no sabían durante aquél otoño de 1912, cuando experimentaban simplemente con unas tijeras y unos impresos de propaganda comercial (que pegaban a sus dibujos) era que la recién nacida técnica del collage tendría un impacto profundo en la forma en que se hacía, y se recibía el arte. Inventada por los cubistas, pero adoptada por una inmensa cantidad de artistas y corrientes/movimientos como (por mencionar unos cuantos): los dadá (especialmente los berlinenses Grosz, Hoch y Baader), los futuristas, artistas soviéticos como Popova, Rodchenko y Lissitzky, y el alemán Joseph Beuys, esta técnica fundamentada en el principio de recortar, rasgar, pegar y superponer materiales, se ha extendido a múltiples ramificaciones de la expresión artística como lo es el ensamblado de objetos, la literatura (Burroughs/Gysin + Tzara), el collage auditivo (vease Negativland, John Oswald/Plunderphonics), o collage audio/visual, en estrecha relación con el cine experimental de las últimas décadas, específicamente en el área de San Francisco con Bruce Conner y Craig Baldwin, y cuyo análisis es el propósito de este post. (Continuará en la siguiente entrada)
